El pequeño pueblo de Oberneukirchen, situado en la idílica campiña de Alta Austria, es el enclave de una iglesia con una arquitectura singular: un edificio neogótico con más de 500 años de historia.
Esta iglesia se ha convertido en objeto de una importante restauración dirigida por el arquitecto Walter Kräutler y la artista Sofie Thorsen. La colaboración respetó la estructura externa original de la iglesia integrando ingeniosamente elementos arquitectónicos modernos en el interior.
Gracias a su trabajo centrado en los detalles, han creado una espectacular combinación de características históricas y contemporáneas.
Convertir un gran interior en un espacio amplio
En la 10.ª entrega de «Opening up» viajamos a un encantador pueblo austriaco, que alberga una impresionante iglesia neogótica.
Aquí, el prestigioso arquitecto Walter Kräutler ha colaborado con la artista Sofie Thorsen para realizar una discreta transformación interior. El resultado es una obra maestra contemporánea que preserva cuidadosamente la integridad del exterior histórico.
Gracias a características clave como el altar artísticamente diseñado como nuevo punto focal y a las puertas de cristal y acero hechas a medida, esta transformación ofrece un atractivo aire moderno.
La grandeza está en los detalles
Walter Kräutler, con 15 años de experiencia dirigiendo su propio estudio de arquitectura en Austria, fue la elección ideal para este delicado proyecto de restauración.
Su enfoque de trabajo se basa en prestar especial atención a los detalles y a comprometerse con la precisión en cada aspecto de la tarea en cuestión. Kräutler subraya la importancia de una estrecha colaboración con todas las partes implicadas:
«Nos centramos principalmente en proyectos que requieren mucha sutileza en los detalles. Nuestro objetivo es trabajar de la forma más precisa posible con los clientes y con las empresas implicadas para crear espacios y estancias de ensueño.»
Añadir un toque moderno a un espacio impresionante
Construida originalmente a finales del siglo XV, la iglesia fue sometida a una ampliación alrededor del 1900 siguiendo el estilo neogótico, con espacio para albergar hasta 1000 personas.
Esta estructura sigue intacta y sirvió como punto de partida para Walter Kräutler. Dado que se preservó la construcción principal de la iglesia, la restauración se centró en el interior del edificio.
Tras considerar el aforo necesario, Kräutler se planteó despejar el espacio y darle una ambientación diáfana. «Una de las prioridades fue conseguir que se percibiera luminoso, que entrara más luz y quitar lo que no fuera indispensable», resume Kräutler.
Todas las miradas en el centro
Otro factor clave a tener en cuenta fue la orientación central de la iglesia. Anteriormente, el altar ocupaba un lugar destacado en la parte delantera.
Sin embargo, Walter Kräutler decidió reubicarlo hacia el centro: «La idea era reunir a los feligreses alrededor del sacerdote. Por lo tanto, movimos el altar hacia el centro de la iglesia para que ellos también formasen parte de la ceremonia. El altar ya no es el elemento central que se ve desde lejos».
El nuevo diseño del altar, con unos delicados tubos de acero, complementa el interior diáfano en general. Al mismo tiempo, refleja las columnas góticas que sostienen el techo y otros elementos de la iglesia.
Una vista ininterrumpida
La visión de Walter Kräutler de crear una estancia principal abierta queda perfectamente reflejada en el uso de puertas de cristal y acero hechas a medida. Su sobriedad está en consonancia con el concepto diáfano general, a la vez que ofrece una vista espectacular del altar.
El uso de bisagras pivotantes FritsJurgens acentúa la idea subyacente de minimalismo y discreción. Las bisagras se integran armoniosamente en el diseño, proporcionando una funcionalidad duradera sin desviar la atención de las puertas.
Kräutler señala: «La sobriedad era una prioridad fundamental, incluso en las bisagras. Por eso, elegimos las bisagras pivotantes FritsJurgens, por su estética sencilla».